De noche salgo a mi terraza personal ubicada entre la entrada de mi almohada
y ese espacio existente entre mi y el filo de la cama.
Salgo temprano no antes de las doce, no después de las cuatro de la mañana.
Me motivan varias cosas, el cansancio del día,
la fatiga de la vida y la resistencia de un mañana.
Salgo a esta terraza ubicada en la mente mía,
tan solo por ver las estrellas que han prometido ser aun de día.
Estas estrellas brillan de noche y de día, no reflejan la luz del sol
pues no existe la necesidad, no calientas con la luz pero encienden si las ves de cerca.
Las estrellas de la terraza ubicada entre mi almohada,
el filo de la cama y mi mente no están hechas de hidrogeno,
partículas de planeta y hierro sino de la mas sensible gota de vida.
Las estrellas de mi terraza no forman signos,
antiguos dioses o características animales,
sino las constelaciones de mi alma errante.
Forman las palabras te amo, te quiero
y soy tuya en cada beso,
por que aunque estas estrellas parezcan inalcanzables
están a un beso y un te quiero.
Al centro un sol lleno de rojo, como las estrellas brillantes que nacen,
en superficie quizás plana pero de tremenda profundidad,
una vez que conoces como hacerla vibrar.
Y es que en mi terraza sin techo
admiro la constelación de tu pecho,
con las distancias exactas para hacerme feliz
y la forma precisa de encantarme nace desde tu espalda.
Mi estrella favorita, el lunar que me prometiste dar enamorada.
La superficie donde viven tus estrellas
es tu piel blanca y bella.
Esa que también me has dado en prenda
y yo idolatro.
El sol rojo que circundan tus pecas,
tus estrellas es el corazón tan grande
que sostiene a tu universo y también al mío.
Pero lo que mas me gusta de la constelación de tu pecho
es que yo estoy ubicado en el centro
mas adentro de tu sol rojo, en tu corazón.
O no?
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