sábado, 17 de febrero de 2007

Cozumel

Di al musgo una niña en prenda
y aprendí como ser un buen padre.
Diría que las piedras filosas
no son más agudas que una mala educación.
Son 5 los idiomas distintos con los que ahora ella juega
conviviendo feliz en la comunidad de la piedra.

Al mar nunca dejaron de llamarlo dios,
hubo el sol de enseñarle sobre el bronceado de las almas como secreto para dibujar sonrisas.


A la sombra de las nubes, había de crecer en común acuerdo individual.


Sus hermanos de la brisa pasan diario a comer con ella por las tardes;
bailan sus pestañas con la primera estrella que apunta en dirección a la selva,
terminan el ocaso con porras y una ola que cruje.

De noche se escuchan los ronquidos de los peces
la luna concibe su ritual al brillo de las olas.

A veces, ella despierta a media noche acordándose de su viejo padre en un sueño,
estiran sonetos con eco sus labios verdes
como cortinas ondeantes que gozan de oídos sin fronteras.

En ocasiones, cuando mi mente esta en calma
escucho al viento presumiendo entre amigos alguna de sus palabras…

Sonrío…

Siento haber sido un buen padre al entregársela al musgo.


Yo por mi parte la extraño,
cada que puedo la visito
y por mas que me esfuerzo al llevarle regalos
siempre termino conversando con ella
las nostalgias de ser humano.

Ahora, más bien me veo como su hijo.
Carlos
Wilheleme

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